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Despedacé montañas
con el filo
de mis brazos.
Después le abrí
las fauces
a mis surcos sedientos,
y la Noche,
golpeándome la frente,
me hizo rodar,
sin luz,
sobre los surcos.
Cuándo estaba rendido
sus manos
desgarraron el vientre de la nube,
y los surcos sedientos
-¡siembras del nuevo canto,
semilleros de gritos!-
en la fiebre del agua
se rompieron,
encendidos.
Vas aprendiendo de prisa. Que bonitas poesías has dejado. Te felicito. Pronto tendrás mas comentarios que yo.
ResponderEliminarFELICIDADES!!!
gracias por regalarnos tan bellos versos dulce poeta, besinos de esta admiradora.
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